La profecía
El envío de los Mensajeros Divinos para guiar y encaminar
Dios, el Prudente, eligió a algunos hombres probos para guiar y orientar a la humanidad, haciéndolos responsables de hacer llegar Su Mensaje a todos los miembros de la especie humana. Estos hombres son los Profetas y Mensajeros por cuyo medio fluyó la gracia de la guía de parte de Dios, Glorificado Sea, a Sus siervos.
Esa gracia bendita comenzó con la Revelación de parte de Dios, desde que el género humano llegó a estar preparado para aprovecharse de ella, y continuó hasta la época del Gran Mensajero del Islam (BP).
Debemos saber que la religión de cada uno de los profetas se considera como la más completa en relación a su época, y su legislación como la más íntegra. Si esa gracia divina no se hubiera prolongado, la humanidad no hubiera alcanzado su nivel de perfección.
Desde que la creación del ser humano conforma un acto de Dios, el Prudente, entonces necesariamente ello tiene un objetivo, un propósito, y considerando que la constitución humana, además de los instintos que le son comunes con los animales, está compuesta de intelecto y razón, entonces su creación necesariamente debe tener un propósito razonable y un objetivo lógico.
Por otro lado, si bien el intelecto del ser humano influye e incluso es necesario para transitar el camino de la perfección, no es suficiente para ello; y si en su procura de orientación el ser humano se contenta con valerse de su intelecto y razón, nunca llegará a conocer el camino de la perfección de una forma completa. A modo de ejemplo mencionamos la cuestión del “Origen” (esto es, la creencia en Dios) y el “Retorno” (esto es, la creencia en el Más Allá), la cual conforma una de las cuestiones más importantes del pensamiento humano. La humanidad quiere saber de dónde vino, por qué vino y a dónde va; pero el intelecto y la razón por sí solos no brindan una respuesta correcta y suficiente para esta cuestión. Un claro testimonio de ello es que a pesar de todo el desarrollo y progreso del que ha sido objeto en los ámbitos de la ciencia, todavía gran parte de la humanidad continúa adorando ídolos.
La impotencia del intelecto y el conocimiento humano no se restringe al tema de “el Origen y el Retorno”, sino que el ser humano no puede elegir el camino conveniente en muchos aspectos fundamentales de la vida.
Los diferentes y contrapuestos enfoques de la humanidad en cuestiones económicas, morales, familiares y de otra índole, son una señal de su incapacidad para realizar una correcta comprensión de esos asuntos, y es por eso mismo que vemos cómo han surgido escuelas de pensamiento contrapuestas entre sí.
En consideración a todo esto, el sano razonamiento juzga que, como lo implica la Prudencia Divina, deben ser enviados educadores y líderes divinos para que enseñen a la humanidad el recto camino de la vida.
Aquellos que suponen que las “indicaciones lógicas” pueden suplir a las “indicaciones celestiales” deben tener en cuenta dos cosas:
1- El intelecto y la ciencia humana son incapaces de lograr un conocimiento total del mismo ser humano y del pasado y futuro de su marcha existencial, mientras que, en base al juicio de que cada hacedor conoce su realización, el Creador del género humano está completamente informado del ser humano y sus diferentes dimensiones y secretos existenciales. Es a esto mismo que se refiere el Sagrado Corán cuando dice:
﴿ أَلاَ يَعْلَمُ مَنْ خَلَقَ وَهُوَ اللَّطِيفُ الْخَبِيرُ ﴾
«¿Acaso no ha de saber Quien ha creado, y es el Benévolo, el Informado?». (Corán: Al-Mulk; 67: 14)
2- Puesto que lo implica su instinto de supervivencia dispuesto en su constitución, consciente o inconscientemente, continuamente se encuentra procurando su conveniencia personal, por lo que no puede verse completamente libre de considerar una conveniencia personal o grupal en sus planes y proyectos. Por lo tanto, es natural que los planes humanos no puedan ser catalogados como totalmente englobadores, mientras que los programas de los Profetas y Mensajeros divinos, al provenir de parte de Dios, el Sapientísimo, se encuentran exentos de tal carencia.
Considerando estos dos puntos, se puede decir –en forma categórica- que la humanidad nunca fue, ni jamás será independiente de la orientación divina y los proyectos de los profetas, sino que permanentemente necesita de ello.
En el artículo anterior nos hemos familiarizado con los indicios lógicos de la necesidad del envío de los profetas. A continuación analizaremos la necesidad de la profecía considerando los objetivos de ello desde la perspectiva del Sagrado Corán y las nobles narraciones, si bien el análisis coránico al respecto es en realidad un tipo de análisis lógico.
El Sagrado Corán resume los objetivos del envío de los profetas en los siguientes asuntos:
1- Fortalecer los principios de la Unicidad y repeler cualquier tipo de desvío a este respecto. Dice el Sagrado Corán:
﴿ وَلَقَدْ بَعَثْنَا فِي كُلِّ اُمَّةٍ رَسُولاً أَنِ اعْبُدُوا اللَّهَ وَاجْتَنِبُوا الطَّاغُوتَ ﴾
«Por cierto que hemos enviado a toda comunidad un Mensajero, de forma que (dijeran): ¡Adorad a Dios y alejaos del Tagût!».[1]
Dijo el Imam Amîr Al-Mu’minîn ‘Alî (P) respecto al porqué del envío de los profetas:
« ليعلم العبادُ ربّهم إذ جهلوه، وليقرّوا به بعد إذ جحدوه، وليثبتوه بعد إذ أنكروه »
“… Para que los siervos conocieran a su Señor al haberle ignorado, para que le reconocieran luego de haberle negado, y le ratificaran luego de haber renegado de Él...”.[2]
2- Familiarizar a las personas con los conceptos y mensajes divinos y con el camino de la auto-purificación; es así que dice:
﴿ هُوَ الَّذِي بَعَثَ فِي الأُمِّيِّينَ رَسُولاً مِنْهُمْ يَتْلُواْ عَلَيْهِمْ ءَايَاتِهِ وَيُزَكِّيهِمْ وَيُعَلِّمُهُمُ الْكِتَابَ وَالْحِكْمَةَ ﴾
«Él es Quien envió entre los iletrados un Mensajero de entre ellos, que les recita sus aleyas, les purifica y les enseña el Libro y la Prudencia».[3]
3- Establecer la equidad en la sociedad humana. Es así que expresa:
﴿ لَقَدْ أَرْسَلْنَا رُسُلَنَا بِالْبَيِّنَاتِ وَأَنزَلْنَا مَعَهُمُ الْكِتَابَ وَالْمِيزَانَ لِيَقُومَ النَّاسُ بِالْقِسْطِ ﴾
«Por cierto que hemos enviado a nuestros Mensajeros con las evidencias, e hicimos descender con ellos la Escritura y la balanza, para que la gente establezca la equidad».[4]
Es obvio que establecer la equidad depende del hecho que la gente conozca todas las dimensiones y ámbitos de la justicia, así como también depende que ello se concrete a través de un gobierno divino.
4- Juzgar en los pleitos y solucionar las diferencias. Dice:
﴿ كَانَ النَّاسُ أُمَّةً وَاحِدَةً فَبَعَثَ اللّهُ النَّبِيِّينَ مُبَشِّرِينَ وَمُنْذِرِينَ وَأَنْزَلَ مَعَهُمُ الْكِتَابَ بِالْحَقِّ لِيَحْكُمَ بَيْنَ النَّاسِ فِيمَا اخْتَلَفُوا فِيهِ ﴾
«La gente constituía una sola comunidad, luego Dios envió a los profetas como albriciadores y amonestadores, e hizo descender con ellos el Libro mediante la verdad, para que juzgara entre la gente en aquello en lo cual discreparan».[5]
Es evidente que las diferencias entre la gente no se restringen al ámbito de lo doctrinal, sino que abarcan los diferentes asuntos de la vida.
5- Proporcionar a los siervos los indicios suficientes que no dejan lugar para alegar pretexto alguno:
﴿ رُسُلاً مُبَشِّرِينَ وَمُنذِرِينَ لِئَلاَّ يَكُونَ لِلنَّاسِ عَلَى اللَّهِ حُجَّةٌ بَعْدَ الرُّسُلِ وَكَانَ اللَّهُ عَزِيزاً حَكِيماً ﴾
«Mensajeros albriciadores y amonestadores, de manera que la gente no pudiera alegar ante Dios ningún pretexto luego de los Mensajeros. Dios es Poderoso, Prudente».[6]
Indiscutiblemente Dios, Glorificado Sea, tiene un objetivo detrás de la creación del ser humano, y ese objetivo solo se concreta a través de la disposición de un completo programa para la totalidad de los asuntos de la humanidad, y tal programa debe llegar a manos de la humanidad, de forma que se proporcionen las pruebas suficientes que no dejen lugar a excusa para la gente, y nadie pueda decir: “yo no conocía el programa correcto de vida”.
Para saber más sobre el tema:
Arículo "Las pruebas de la necesidad de la Profecía según el intelecto y el Corán"
Artículo "Las vías para reconocer a los Profetas"
[1] An-Nahl; 16: 36.
[2] Nahÿ Al-Balâgah, disertación Nº 147.
[3] Al-Ÿumu‘ah; 62: 2.
[4] Al-Hadîd; 57: 25.
[5] Al-Baqarah; 2: 213.
[6] An-Nisâ’; 4: 165.